Inteligencia Emocional: aprender a sentir y gestionar nuestras emociones
¿Qué es la Inteligencia Emocional y cómo se desarrolla?
La Inteligencia Emocional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como las de los demás. No significa “controlar” o “eliminar” lo que sentimos, sino aprender a relacionarnos de una forma más saludable con nuestras emociones, tanto agradables como desagradables.
Un aspecto clave es aprender a conocernos: reconocer qué cosas nos agradan y cuáles no, entender nuestra personalidad y darnos cuenta si somos personas más sensibles, tranquilas o irritables. Esto nos ayuda a comprender por qué reaccionamos de cierta manera y a encontrar mejores formas de manejar nuestras emociones.
La Inteligencia Emocional se desarrolla con la práctica diaria. Un primer paso es permitirnos sentir, y poco a poco aprender a describir con más detalle lo que nos pasa: pasar de un simple “estoy bien/mal” a decir “me siento frustrado, ilusionado, ansioso o agradecido”. Nombrar las emociones, junto con herramientas de autorregulación como la respiración consciente, es parte del camino para relacionarnos mejor con lo que sentimos.
¿Cuáles son los beneficios de tener inteligencia emocional en las relaciones interpersonales?
Aprender a gestionar nuestras emociones es clave para tener relaciones más sanas. El buen manejo de las emociones favorece la comunicación, ayuda a resolver conflictos y genera un ambiente de confianza.
Además, reconocer lo que sentimos en un vínculo nos da información valiosa sobre la relación. Por ejemplo:
· Si siento rabia constante, puede que haya algo que percibo como injusto.
· Si experimento mucha frustración, quizá tenga expectativas que no se están cumpliendo.
De esta manera, las emociones no solo influyen en cómo nos relacionamos, sino que también nos retroalimentan sobre lo que nos satisface o nos incomoda en nuestras relaciones.
¿Cómo mejorar la inteligencia emocional en mi día a día?
Algunas prácticas sencillas para comenzar son:
· Detenerse y respirar: tomar unos segundos para reconectarse con el cuerpo y notar lo que sentimos.
· Ampliar el vocabulario emocional: pasar de “bien/mal” a identificar con más precisión (“me siento ansioso, tranquilo, irritado, motivado…”).
· Aceptar las emociones: reconocer que todas cumplen una función y que sentirlas nos hace bien.
· Observar sin juzgar: en lugar de rechazar la tristeza o la ira, podemos observarlas y preguntarnos qué nos están queriendo decir.
¿Qué ejercicios o técnicas existen para fortalecer la inteligencia emocional?
· Respiración consciente: detenerse unos minutos al día para inhalar y exhalar con atención.
· Diario emocional: escribir cómo me siento, qué lo detona y cómo lo gestiono.
· Chequeo emocional diario: preguntarse varias veces al día “¿cómo me siento en este momento?” y ponerle nombre a la emoción.
· Escucha activa: prestar atención plena al otro sin interrumpir, validando lo que siente.
· Mindfulness: entrenar la atención al presente para reducir la reactividad automática frente a las emociones.
En conclusión, la inteligencia emocional no se trata de reprimir lo que sentimos, sino de aprender a conocernos, aceptar y gestionar nuestras emociones como una guía que nos ayuda a crecer, relacionarnos mejor y vivir de manera más consciente.
Si sientes que quieres fortalecer tu Inteligencia Emocional, en consulta podemos trabajar juntos estas herramientas y encontrar las que mejor se adapten a ti y a tu estilo de vida.