¿Te cuesta poner límites sin sentirte culpable? ¿Evitas expresar lo que piensas por miedo al conflicto? ¿Sientes que no sabes cómo acercarte a los demás sin ansiedad o tensión? Estos desafíos son más comunes de lo que imaginamos y están profundamente relacionados con nuestra salud mental.
Desde un enfoque transdiagnóstico, dificultades en las habilidades sociales y en la comunicación no son solo “rasgos de personalidad” ni exclusivamente síntomas de un diagnóstico específico, sino procesos que influyen en una amplia variedad de problemas psicológicos: ansiedad social, depresión y problemas en el establecimiento de relaciones interpersonales satisfactorias, entre otros.
La buena noticia es que las habilidades sociales no son innatas ni fijas: pueden entrenarse, fortalecerse y convertirse en un recurso terapéutico clave para el bienestar.
Prevalencia y contexto en América Latina y Colombia
En la última década, se ha evidenciado que los problemas de salud mental en América Latina están en aumento. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que uno de cada cuatro adultos experimentará algún trastorno de salud mental a lo largo de su vida, siendo la ansiedad, la depresión y los trastornos relacionados con el estrés los más prevalentes.
En Colombia, el Estudio Nacional de Salud Mental (ENSM) identificó que las dificultades para relacionarse, comunicar necesidades o expresar emociones son factores recurrentes en los casos de depresión, ansiedad y riesgo suicida, especialmente en jóvenes y adultos. La falta de entrenamiento en habilidades sociales, sumada a contextos familiares o laborales exigentes, intensifica la vulnerabilidad emocional.
¿Cómo reconocer un déficit en habilidades sociales?
Algunas señales frecuentes de dificultades en habilidades sociales y de comunicación son:
- Miedo excesivo al juicio o la crítica.
- Tendencia a evitar conversaciones difíciles (por ejemplo, decir que “sí” cuando en realidad se quiere decir que “no”).
- Problemas para expresar emociones o pedir apoyo.
- Dificultad para iniciar o mantener relaciones sociales.
- Uso de estilos de comunicación agresivos, pasivos o pasivo-agresivos.
- Sensación de aislamiento, malentendidos o conflictos frecuentes.
Estos patrones no solo afectan el bienestar interpersonal, sino que mantienen o intensifican síntomas emocionales como la ansiedad, la tristeza, la frustración y el sentimiento de incomprensión o soledad.
¿Cómo abordar esta problemática?
Las terapias basadas en procesos, como las terapias de tercera ola, ofrecen enfoques especialmente efectivos para trabajar estos desafíos.
Entre los enfoques más relevantes se encuentran:
- Terapia Dialéctica Conductual (DBT): entrena en habilidades como la comunicación efectiva, la validación, el manejo de conflictos y el equilibrio entre asertividad y cuidado del vínculo.
- Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): ayuda a identificar valores personales en las relaciones, promover la autenticidad y desafiar patrones evitativos o rígidos.
- Protocolo Unificado (PU): aborda la regulación emocional, el estilo de afrontamiento interpersonal y los pensamientos desadaptativos asociados a la comunicación.
- Activación Conductual (BA): fomenta el contacto con situaciones sociales significativas para romper ciclos de evitación y desconexión.
Además de reducir síntomas, estas terapias fortalecen la autoeficacia social, el sentido de pertenencia y la capacidad de resolver problemas relacionales.
Telemedicina: una opción accesible y efectiva
Gracias al avance de la atención psicológica online, es posible entrenar habilidades sociales y mejorar la comunicación desde casa, con acompañamiento profesional y evidencia de efectividad similar a la terapia presencial.
Las sesiones virtuales permiten practicar en contextos reales, identificar patrones de comportamiento en tiempo real y construir estrategias que se ajusten a los entornos actuales de cada persona (trabajo remoto, relaciones digitales, dinámicas familiares).
La terapia online representa una alternativa flexible, accesible y transformadora, especialmente para quienes enfrentan barreras geográficas o dificultades para movilizarse.
Para finalizar
Mejorar nuestras habilidades sociales no es solo hablar bien o caer bien: es aprender a comunicarnos con claridad, cuidarnos en el vínculo y construir relaciones con más conciencia y respeto.
La comunicación también se entrena. Y al hacerlo, no solo cambiamos lo que decimos: cambiamos cómo nos sentimos, cómo nos relacionamos… y cómo vivimos.