La Ansiedad es una de las experiencias más universales del ser humano. Piénsala como un sistema de alarma interno: cuando se activa, tu cuerpo se prepara para actuar.
Nuestros antepasados necesitaban reaccionar con rapidez ante depredadores o peligros naturales, y gracias a esa activación fisiológica lograron escapar o defenderse. Hoy, aunque las amenazas ya no sean las mismas, nuestro cuerpo sigue reaccionando del mismo modo ante cualquier situación que perciba como desafiante o incierta.
Todos hemos sentido Ansiedad
La Ansiedad es una respuesta natural del cuerpo y la mente ante lo que interpretamos como una posible amenaza o algo fuera de nuestro control. Se manifiesta en tres niveles:
- A nivel físico: Se acelera el corazón, la respiración se vuelve más rápida, los músculos se tensan y puede aparecer sudoración o esa sensación de vacío en el estómago
- A nivel mental: Surgen pensamientos de preocupación, dificultad para concentrarte, o la sensación de que tu mente "va a mil por hora"
- A nivel conductual: Es común querer evitar situaciones, moverse constantemente o buscar consuelo en otros
¿Cuándo la Ansiedad se vuelve problemática?
La Ansiedad es útil mientras te impulsa a adaptarte o prepararte para un reto. Pero cuando se vuelve excesiva, constante o paralizante, puede comenzar a interferir con tu bienestar.
Algunas señales de que puede estar volviéndose problemática son:
- Ya no disfrutas actividades que antes te gustaban
- Se ve afectado tu trabajo, tus estudios o tus relaciones
- Evitas situaciones importantes o significativas
- Experimentas síntomas físicos intensos sin una causa médica aparente
- Te encuentras en un estado de alerta casi constante
- Mantienes patrones o hábitos que alimentan la Ansiedad, como compararte en redes sociales, perseguir estándares inalcanzables o consumir contenido que incrementa tu inseguridad o preocupación
- Das vueltas una y otra vez a los mismos pensamientos sobre situaciones pasadas o escenarios futuros sin poder detener el ciclo
- Tienes dificultades para dormir, alimentarte adecuadamente o sostener rutinas saludables debido a la preocupación constante
- Aparecen comportamientos obsesivos o compulsivos en torno a la comida, el cuerpo o la imagen personal, generando conductas rígidas, control excesivo de la alimentación o comparación constante con otros
- Recurres al alcohol, medicación sin prescripción o drogas como forma de aliviar el malestar. Aunque pueda brindar alivio momentáneo, a largo plazo suele intensificar la ansiedad y el malestar emocional
Si te identificas con varias de estas señales, podría ser un buen momento para buscar acompañamiento profesional. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un paso hacia tu bienestar.
